

La Calle de las Enramadas es una de las más antiguas de nuestra ciudad, y como bien dijo alguien, “la Calle de las Enramadas es la sonrisa de Santiago de Cuba”. Nuestra principal arteria comercial fue la primera en ser pavimentada en 1899 y aunque desde 1908 se llama José Antonio Saco, en honor al pensador y antiesclavista bayamés, nadie le ha podido quitar su nombre tradicional.
La vía tuvo hasta el siglo XVIII varios nombres al mismo tiempo en dependencia del tramo: Cuesta de la Marina desde Cristina (Ave. Jesús Menéndez) hasta San Félix, Calle de Santa Ágata de ahí a Reloj, y de esa calle al final (a la altura de San Agustín) Calle de la Pared, por el gran paredón del fondo de la casa del gobernador Tadeo de las Cuevas que había en la loma.
En 1790 se ensancha, se le agregan bordillos con piedra de Balzac y se le comienza a llamar popularmente Calle Ancha.
El nombre de Calle de las Enramadas, se debe a que cuando se realizaba la fiesta del Corpus Christi (celebrada 60 días después de la Fiesta de Pascua) se cubría con toldos y hojas de palma o coco, conocidas como “enramadas”, para que la procesión pasara por debajo de ellas. Así se creó una tradición que se interrumpió por un terrible incendio en 1856 que inició en un puesto de chicharrones que había junto al Parque Serrano y se extendió a través de las pencas ya secas, lo que hizo que se prohibieran.
Sin embargo, el toponímico ha perdurado en el tiempo.
Hasta el siglo XIX la calle era en su mayor parte residencial, uso que cambia en las primeras décadas, poblándose de comercios de todo tipo entre los que se encontraban las tiendas por departamentos El Louvre y El Siglo XX, las peleterías La Dalia y La Ópera, o las tiendas de artículos para caballeros Trianón y Novator.
El hotel Imperial, joya arquitectónica de la ciudad, los diversos bancos que todavía se encuentran funcionando y la presencia de una ruta del tranvía a partir de 1908 dieron mayor prestancia a la calle y reforzaron su uso como arteria comercial.