El Chan Chan de Compay, un son de principios del siglo XX

Holguín, Cuba.- Por Cueto pasan miles, pero muy pocos llegan. Aunque un tanto absoluta, esta expresión, dibuja de cierta manera, la ubicación en el trazado de una conocida carretera cubana, y por añadidura, también de una vía ferroviaria, de un pintoresco poblado del oriente cubano, hace años con categoría de cabecera de  municipio, antes de la denominada Provincia de Oriente, y luego, desde 1976, de Holguín, una de las cinco en que fue multiplicada la primera,  al aplicarse en Cuba una nueva división político administrativa.
La explicación literal es que Cueto, a unos 50 kilómetros al este de la ciudad de Holguín, se halla en la carretera que conduce a otros importantes sitios de la geografía cubana, como por ejemplo Moa y Nicaro, emporios cubanos de la producción de níquel más cobalto, con sus minas, industrias de proceso y apoyo, y poblados aledaños, en los que, específicamente Moa, es una importante ciudad.

Luego de pasar Cueto, unos pocos kilómetros adelante, el viajero tiene ante si a otra de las ciudades mayores de la provincia holguinera, Mayarí, cuya historia y estampas locales merecen, tanto como Moa, un detenimiento, que ya les anuncio para un día no lejano. Así sucede con otros dos puntos, vía asfáltica por medio, Sagua de Tánamo, bien llamada la capital de las montañas holguineras, cargadas de cafetos, frutas, cacaotales, y gente buena y entrañable, como sus más cercanos vecinos de Cayo Mambí, capital del municipio Frank País, un territorio también montañoso, pero con un agradable  ingrediente incorporado, al tener como frontera natural, una envidiable franja de la costa atlántica de la provincia, acá por la zona norte oriental cubana.

Como para colmar las expectativas de esta transitada carretera, digamos que quienes se dirigen hacia la paradisiaca ciudad de Baracoa desde el propio Holguín o desde las zonas occidentales y centrales del país, pueden optar por esta ruta, que acorta el recorrido, y además, regala a la vista paisajes verdaderamente únicos, casi vírgenes, por un itinerario pegado al mar a partir de Moa, y hasta la mismísima ciudad primogénita de Cuba.

Se va despejando con creces, por tanto, la expresión que tomé prestada, ni se sabe a quien, por lo añejo de su existencia, de que “por Cueto pasan miles, pero muy pocos llegan”.

Ah, pero la explicación que llevaría aplicar iguales calificativos, si en vez de carretera se transita y se pasa por Cueto a través de la vía ferroviaria, estará  necesariamente ligada, y acuñada también, por una hermosa melodía, suerte de son sentimental, considerada la más famosa y trascendental de entre más de 100 que creó su autor, Francisco Repilado, o sencillamente Compay Segundo. Claro que se trata de su célebre “Chan Chán”, hermosa melodía de solo cuatro notas, sensibles y sentimentales, que en su texto narra con extraordinaria sencillez la historia de Juanica y Chan Chán, una pareja de enamorados que estaban construyendo su casita, e iban al mar a buscar arena. El joven recogía y echaba en el jibe de Juanica, y mientras ella cernía la arena, contoneaba su cuerpo, ruborizando así a su enamorado. Por cierto dicen que alguna vez Compay Segundo aseguró que el origen de tan hermosa pieza se remontaba a una canción aprendida cuando apenas contaba 12 años de edad.

Ahora bien, ese par de términos solo diferenciado por el acento final del segundo, y que por cierto nada tiene que ver con aquel Chan Chán  del idioma chimú que quiere decir “sol esplendoroso” o “sol refulgente”, y mucho menos con la ciudad precolombina de igual nombre, que fue construida por los Chimú, toda de adobe,  en la costa norte peruana, quizás tenga más cercana relación con la onomatopeya  que percibe todo aquel que en Cuba tenga la ocasión de viajar en los conocidos  “trenes lecheros”, generalmente con trazados por vías interiores del país, y así denominados por sus mil y una paradas, en los bateyes, poblados, y apeaderos, no siempre para recoger o dejar algún recipiente con leche, pero alguna vez sí, sobre todo años atrás, cuando el ferrocarril resultaba único enlace posible.

Ese acompasado paso de tales trenes, hace sentir al viajero en sus asientos, el cíclico “chan chán” que así se  puede resumir el sonido producido, cada vez que las  metálicas ruedas de los vagones pasan las  imprescindibles uniones de los denominados “campos” o tramos de raíles. Parafraseando al Cabo Pantera, un conocido humorista cubano, podría bien afirmarse que “quien no ha viajado en un tren lechero…no sabe lo que es la vida”.

Hecha la presunta disección a los supuestos y más cercanos orígenes posibles que decidiera el  inolvidable cantautor para identificar su melodía, sigamos entonces a bordo del “lechero”, y como “Compay” era santiaguero, lo más lógico pudiera ser que el necesario estribillo, por demás tremendamente pegajoso, y cantado lo mismo en español, que en chino o francés, le surgiera en alguna expedición ferroviaria por estas tierras orientales durante su juventud, época bien lejana a los veloces automóviles, ómnibus o aviones de los tiempos actuales. Vayamos, por tanto, a lo literalmente real.

Para quien aborde un tren en la Estación central ferroviaria de Santiago de Cuba, después de pasar San Luis le aparecerá  una de las primeras disyuntivas para posible elección de itinerario a seguir, parada obligada ha de ser siempre la estación de Alto Cedro. Un conocido “nudo ferroviario”, del trazado nacional, cuyos orígenes están en un antiguo barrio de Palma Soriano, fundado en 1903, debido al auge que trajo la construcción del ferrocarril central cubano. Actualmente Alto Cedro es un pintoresco Consejo Popular de la Provincia de Holguín. Los  “ramales” ferroviarios de Alto Cedro otorgan opciones hacia Antilla, hacia la vía central rumbo a La Habana, y también hacia Cueto.

Al optar por el punto inicial de este recorrido, o sea Cueto, tiene que haber sido buen conocedor del tramo para no obviar la merecida mención a Marcané, nombre del poblado  contiguo  a un ingenio azucarero de la zona, actualmente  denominado Loynáz Hechevarría, como homenaje  a un joven revolucionario, asesinado cerca del lugar, durante las tristemente célebres “Pascuas sangrientas” ejecutadas los días finales de 1957, por sanguinarios asesinos pertenecientes al tirano Fulgencio Batista, derrocado por la triunfante Revolución Cubana, poco tiempo después, el primer día de 1959.

Hurgando en viejos libros de historia se devela el origen de la denominación Marcané, y de paso, también la de Cueto. Sus más cercanas referencias  aparecen con la fundación de nuevos poblados, generalmente vinculados a los nacientes ingenios azucareros. Precisamente esa zona específica era propiedad de un hacendado criollo, el Conde Andrés Duanys. El nombre del poblado de Marcané surgió después de solucionado el litigio, surgido en 1913, entre los descendientes del conde Duany, propietarios de Hato del Medio y la Nipe Bay Company, la cual perdió las tierras que usurpaba, en el juicio celebrado en Santiago de Cuba en el año 1914 para dirimir la disputa.

Lo cierto es que en los primeros lustros del  siglo, la imperialista United Fruit Sugar Company, llamada así hasta 1959… y solo ¨Mamita Yunai¨ como le llamamos los cubanos desde que fue totalmente intervenida y nacionalizada por la Revolución,  había intentado apoderarse de estas tierras, Duany tuvo que poner litigio para recuperarla a través de sus abogados, Antolín de Cueto y Luis Fernández de Marcané de origen santiaguero y en honor a ellos se decide llamar a estas localidades Cueto y Marcané.

Luego de la disquisición histórica sobre Marcané,  y ya de nuevo a bordo  del Chan Chán,… digo, del tren lechero,… digo, de la inspiración autoral para el estribillo que nos ocupa, tardarán apenas unos pocos minutos para que el silbato del conductor, el ajetreo  de pasajeros, y los verdes cañaverales que terminan, dando paso a  las primeras hileras de  viviendas, casi junto a la vía de hierro, sean en conjunto, el inequívoco anuncio del regreso a la semilla, o sea, del arribo, por tren, a Cueto.

Y es ahí, en ese preciso punto de confluencias de vías, que el estribillo también  se bifurca, y así, Compay Segundo decide bajar del legendario Chan Chán, y guitarra en mano, seguir, ahora  con el auxilio de algún medio terrestre, hacia la siempre acogedora Ciudad de Mayarí, quién sabe a cumplir cuál encomienda. Por cierto, la recreación palpable de tan real momento, quedó plasmada, allí mismo, junto  al andén de la terminal ferroviaria de Cueto, por un sabio artista de la plástica, a través de un hermoso conjunto, que incluye una estatua a tamaño natural del legendario e inolvidable artista cubano, querido y admirado en decenas de confines universales, donde nunca faltó  la interpretación que esta vez nos sirvió de tema.

Como sello de identificación permanente, es tal la creación  de tan elocuentes imágenes de la región,  todas identificativas  del territorio Holguinero, que con maestría y acierto  se ha tomado como ícono sonoro por Radio Rebelde, cada  vez que su estelar espacio de noticias se traslada a su corresponsalía en Holguín. O sea, cuando los oyentes, habituales, o de paso, escuchan un fragmento del estribillo, ya deben saber que la señal de Haciendo Radio va llegando a la Ciudad Cubana de los Parques. Y conste, tiene una generalizada aceptación esta idea.

Bueno, y para que usted no se vaya a quedar con los deseos, aquí les dejo con la letra completa del Chan Chán. Les aseguro, que bien cantada, es lindísima. No sea usted menos eh.

De Alto Cedro Voy para Marcané
Llego a Cueto y voy para Mayarí

El cariño que te tengo
Yo no lo puedo negar
Se me sale la babita
Yo no lo puedo evitar.
Cuando Juanica y Chan Chán
En el mar cernían arena
Y como sacudía el ¨jibe
A Chan Chán le daba pena
Limpia el camino de pajas
Que yo me quiero sentar
En aquel tronco que veo
Y así no puedo llegar

De Alto Cedro voy para Marcané
Llego a Cueto, y voy para Mayarí

Publicado en web@radiorebelde.icrt.cu / Aroldo García Fombellida 2011.09.21